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Indefensión aprendida: Una brutal cárcel psicológica

  • Autor Autor Belen
  • Fecha de inicio Fecha de inicio


Cuando nos ocurren cosas negativas, nos gusta creer que podemos cambiarlas, influir en su curso y darles un vuelco positivo. Sin embargo, no siempre es así, y cuando las personas sienten que no tienen control sobre lo que les sucede, tienden a renunciar y aceptar su destino. Es lo que se conoce como indefensión aprendida, o desesperanza aprendida, una de las peores cosas que nos pueden ocurrir y de la que nadie está a salvo.

¿Qué es la indefensión aprendida?

La indefensión aprendida es el convencimiento de que, hagamos lo que hagamos, no obtendremos un resultado distinto. Es una prisión psicológica brutal que nos desconecta por completo de la realidad y bloquea cualquier posibilidad de cambio o liberación. Lo peor de todo es que ese primer aprendizaje se quedará impreso en nuestro cerebro, dejando una huella que influirá en la forma de percibirnos a nosotros mismo y al mundo.

Los primeros estudios sobre la indefensión aprendida se realizaron en animales. El psicólogo Martin Seligman apreció que cuando estos eran sometidos continuamente a estímulos negativos y no tenían la posibilidad de escapar, en cierto punto simplemente dejaban de intentar evitar el estímulo, se rendían y se comportaban como si estuvieran completamente indefensos. Lo peor de todo es que cuando se les daba la oportunidad de escapar no la aprovechaban, porque en el pasado habían aprendido que no tenían escapatoria.

El cuento del elefante encadenado de Jorge Bucay refleja exactamente qué es la indefensión aprendida:

“De pequeño me encantaba el circo. Me encantaban los espectáculos con animales, y el animal que más me fascinaba era el elefante. Me impresionaban sus dimensiones y su enorme fuerza. Sin embargo, después de la función, cuando salía de la carpa, me asombraba ver el animal atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que le aprisionaba una de las patas. La cadena era gruesa, pero la estaca era un pequeño trozo de madera clavado a pocos centímetros de profundidad. Era evidente que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo, podía tirar de aquel tronco y escapar.
—¿Por qué no la arranca y huye? — pregunté a mis padres.
Me contestaron que era porque estaba amaestrado. La respuesta no me satisfizo. “Si estaba amaestrado, ¿por qué lo tenían atado?”, le pregunté a parientes y maestros. Pasó mucho tiempo hasta que alguien muy sabio me dio una respuesta convincente: “El elefante del circo no se escapa porque está atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño”.


Entonces me imaginé el elefante recién nacido atado a una estaca. Seguro que el animal tiró y tiró intentando liberarse. Debía terminar el día agotado porque aquella estaca era mucho más fuerte que él. Al día siguiente debía volver a probar sin obtener resultados y al tercer día igual. Y así hasta que un día terrible el elefante aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Desde entonces, el elefante tenía grabado el recuerdo de su impotencia. Y lo que es peor, nunca más volvió a cuestionarse ese recuerdo y no volvió a poner a prueba su fuerza”.

Sin embargo, la indefensión aprendida no es exclusiva del reino animal, a menudo a las personas nos ocurre lo mismo, por lo que no somos capaces de percibir y aprovechar las oportunidades de cambio o alivio cuando estas se presentan. Podemos vivir encadenados a estacas que nos quitan libertad, sobre todo cuando pensamos que no somos capaces de hacer determinadas cosas simplemente porque una vez no lo conseguimos. En aquel momento nos grabamos en la mente el mensaje “no podemos lograrlo”. De hecho, es una situación bastante común en la depresión y en las víctimas de violencia.


¿Por qué somos incapaces de reaccionar ante ciertas situaciones?

Martin Seligman explica que somos incapaces de reaccionar ante situaciones dolorosas porque en cierto punto del camino y después de haber intentado cambiar el curso de las cosas sin obtener los resultados previstos, nos inhibimos y caemos en un estado de pasividad. En otras palabras, cuando nos sentimos desamparados y creemos que no hay solución, tiramos la toalla, hasta tal punto que somos incapaces de ver las oportunidades de cambio que se presentan en nuestro camino. Es como si nos colocáramos la venda del pasado en los ojos y dejamos que esta determine nuestro futuro.

De cierta forma, la desesperanza aprendida es una especie de mecanismo de adaptación psicológica ya que llega un punto en el que las fuerzas nos abandonan y no somos capaces de seguir procesando tanto dolor y sufrimiento, de manera que disminuímos el nivel de activación para conservar los pocos recursos que nos quedan. De hecho, la incapacidad para reaccionar siempre es el resultado de un profundo deterioro psicológico.

Los síntomas de la indefensión aprendida

En la indefensión aprendida se afectan cuatro áreas fundamentales: motivacional, cognitiva, emocional y comportamental, lo cual da lugar a una serie de pensamientos, sentimientos y comportamientos característicos.

- La persona ha perdido la motivación para seguir luchando, ha tirado la toalla rindiéndose ante las circunstancias. En otras palabras, asume el rol y la mentalidad de la víctima, lo cual se manifiesta a nivel conductual a través de una profunda apatía.

- La persona no aprende de los errores, cree que no puede hacer nada para mejorar su situación y asume su destino como inmutable. Los errores dejan de ser herramientas de crecimiento y se convierten en demostraciones de la fatalidad.

- La persona se sume en una profunda depresión, desarrolla una visión pesimista del mundo y de desesperanza, asumiendo que es incapaz de salir de esa situación. A menudo puede sentirse como hojas movidas por el viento o marionetas del destino.

- La persona no toma decisiones importantes pues considera que no puede cambiar el curso de su vida y que no tiene ningún control, como resultado se encierra en sí misma y sufre pasivamente las circunstancias.

De hecho, la indefensión aprendida se ha asociado con diferentes trastornos psicológicos, como la depresión, la ansiedad y las fobias. Por ejemplo, una persona tímida en situaciones sociales puede empezar a sentir que no puede hacer nada para mejorar sus síntomas. Esa sensación de falta de control puede conducirla a evitar las situaciones sociales, lo cual puede empeorar su timidez y desencadenar una fobia social.

¿En qué contextos se manifiesta la indefensión aprendida?

La desesperanza aprendida se puede apreciar prácticamente en todos los ámbitos de nuestra vida, desde el profesional hasta el social y el personal. En el terreno profesional es muy común ya que en muchos contextos de trabajo se ponen muchas trabas al cambio. Cuando una persona ha propuesto nuevas ideas y todas han sido rechazadas, termina adaptándose a su papel y se convierte en un empleado pasivo y desmotivado.

También se aprecia en el plano personal, sobre todo en aquellas personas a las que les pusieron muchas limitaciones o etiquetas cuando eran niños y no les enseñaron a lidiar con los fracasos. Si una persona crece con la idea de que es incapaz, arrastrará esa idea durante gran parte de su vida y se convertirá en un lastre para su desarrollo. Por eso, frases como “ni siquiera lo intentes porque no lo vas a conseguir” o “no eres capaz de nada” se convierten en una lápida que daña la autoestima y la dignidad. Quien las ha escuchado durante toda su infancia, no solo le tendrá pavor a los retos sino que tampoco será capaz de detectar las buenas oportunidades.

Por supuesto, también ocurre a nivel social, cuando se instaura la creencia de que hagamos lo que hagamos, nada va a cambiar, de manera que nos resignamos al sistema político, económico y social. De hecho, el refrán “más vale malo conocido que bueno por conocer” refleja a la perfección el concepto de indefensión aprendida.

El multigalardonado vídeo "Wind", del director Robert Lobel, es perfecto para comprender la indefensión aprendida a nivel social con un toque de humor. Es importante estar atentos a este tipo de indefensión aprendida ya que cuando ese sentimiento es compartido por muchas personas, termina convirtiéndose en un destino nefasto que nadie se cuestiona.


La tolerancia al fracaso nos protege de los sentimientos de desesperanza

Todas las personas no reaccionan de la misma manera ante la adversidad, hay quienes desarrollan una indefensión aprendida y otras se hacen más resilientes. La clave radica en los recursos de afrontamiento que seamos capaces de activar en esos momentos.

Por eso, el propio Seligman defiende la necesidad de fracasar. Necesitamos sentirnos tristes, enfadados y frustrados. Protegernos de esas emociones nos vuelve más vulnerables a ellas porque no aprendemos a perseverar.

La capacidad para ser resilientes se basa, fundamentalmente, en la confianza en nuestra capacidad para salir airosos de la adversidad, y solo se desarrolla cuando tenemos la posibilidad de luchar y convertirnos en los artífices de nuestra vida. Desarrollar un locus de control interno es fundamental para resistir los peores embates ya que nos permite ser conscientes de que, aunque las circunstancias influyen, en última instancia no determinan el rumbo.

Aprender a intervenir en el medio en el que nos desenvolvemos y obtener resultados, ya sean positivos o no, nos permite comprender que tenemos cierto grado de control y que las variables externas no siempre son las máximas responsables de lo que nos ocurre. Después de todo, siempre podemos elegir la manera en la que reaccionamos ante las situaciones.

La indefensión aprendida no es una sentencia de por vida. Debemos recordar que nada es eterno, aunque cuando estemos pasando por una mala racha todo nos resulte gris. El cambio se produce cuando comenzamos a tomar conciencia, reconstruir la autoestima y encontrar un nuevo sentido a la vida, de manera que podamos ir recuperando el poder poco a poco.


Fuentes:
Chang, E. C. & Sanna, L. J. (2007) Affectivity and psychological adjustment across tow adult generations: Does pessimistic explanatory style still matter? Personality and Individual Differences; 43: 1149–1159.
Garber, J. & Seligman, M.E. (1980) Human Helplessness: Theory and Applications. Nueva York: Academic Press.
Seligman, M.E.; Maier, S.F. & Geer, J. (1968) The alleviation of learned helplessness in dogs. Journal of Abnormal Psychology; 73: 256-262.
Seligman, M. E. & Maier, S. F. (1967) Failure to escape traumatic shock. J Exp Psychol; 74(1): 1-9.
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Creo que muchos años vivi con miedo a actuar como yo misma por miedo a ser descalificada, porque creci siendo descalificada y menospreciada cada vez que emitia mi opinion, hasta hace poco crei que no existia nada que pueda hacer para evitar que eso siguiera pasando, porque intente miles de tecnicas y siempre era peor, crei que era mi infierno y no tenia escapatoria.
Hoy, soy casi libre de esa sombra que el ponia sobre mi, no por merito mio, solo porque se mudo de la casa.
No digo que el sea una mala persona, solo que yo no sabia defenderme y evitar que el me haga daño.
Quizas puede tratarse de indefesion aprendida.
 
Yo no tengo esto diagnosticado, pero agradezco enormemente el articulo porque refleja a la perfeccion lo que siento, no solo en lo laboral sino tambien en lo academico... he demorado demasiado en mi carrera y ahora tengo que lidiar con las consecuencias negativas que ello trae. Intentare transformar el miedo a no poder salir adelante en algo positivo, pero reconozco que no es facil. Muchas gracias Belen por el articulo.
 
rn mi caso era agotamiento,es dificil de explicar..hay ejemplos como los judios que se sometian a los campos de concentracion..o el experimento del perro donde se demostro la indefension...es tipico en mujeres maltratadas tambien..lo mejor es tomar tiempo y aprender lo mas sanamente posible.
 
Yo creo que la sufro bastante... Racionalmente sé que puedo conseguir algo que quiera si me esfuerzo para ello, el problema es que mis emociones estan desconectadas de eso y no lo percibo, pienso "para qué?". Me pasa mucho esto de tener disonancias cognitivas de lo que me dice la razon a lo que me dicen las emociones.

En mi caso seguramente sea por la educación aleatoria de mis padres... Si me portaba bien y sacaba buenas notas no pasaba nada bueno, de hecho solían pasar cosas malas siempre al recibir regañinas porque mi padre estaba frustrado... Otro día, podria yo no haber hecho nada y mi padre me podía comprar un ordenador o una consola... Sin hacer nada.

Llevo muchos años pensandolo y desde que descubri que tenia termino científico (yo antes lo llamaba "tener el sistema de recompensas roto") me he reafirmado más... Me refiero a la educación de los niños. Es irónico porque yo no quiero tener hijos pero muchas veces reflexiono sobre cual sería la mejor manera de educarlos, y creo que un sistema de recompensas y valores estricto sería lo mejor. De forma activa, decirle que si saca buenas notas, por ejemplo, tendrá recompensas, en lugar de esperar a ver que pasa y si pasa algo bueno entonces recompensarle. También pienso que no le daría nunca recompensas gratuitas como regalos de navidad o cumpleaños (aunque también es otro tema, que considero estas fechas absurdas).
 
Me pasa eso que dices @Misan
Me pasa mucho esto de tener disonancias cognitivas de lo que me dice la razon a lo que me dicen las emociones.

En mi caso seguramente sea por la educación aleatoria de mis padres... Si me portaba bien y sacaba buenas notas no pasaba nada bueno, de hecho solían pasar cosas malas siempre al recibir regañinas porque mi padre estaba frustrado... Otro día, podria yo no haber hecho nada y mi padre me podía comprar un ordenador o una consola... Sin hacer nada

Yo en parte lo había sabido siempre, pero ahora me estoy dando cuenta de lo importante (dañinamente) que ha sido para mi, gracias a hablar con mi psicologa. A mi en realidad no me regañaban casi nunca, ni siquiera cuando me lo merecía -cosa que me hacía sentir culpable-, pero tampoco recibía muchos feedbacks positivos, así que no se me quedó la asociación entre mis acciones y sus consecuencias. Es más, las señales que recibía de mis padres y de otros adultos familiares, eran confusas para mi, porque a veces cuando hacía algo bien se sorprendían y decían riendo "mira tu, la niña lo que hace/dice", como si fuera un mono de feria, o como si no se esperaran cosas inteligentes de mi. Así que para evitar estas reacciones me acostumbré a comportarme de manera más infantil de lo que en realidad era. O sea, que donde tenía que recibir refuerzos positivos, los interpreté como negativos.
Esto me ha generado una incertidumbre sobre las consecuencias de mis acciones, y por eso siempre tengo miedo de decir algo mal, ofender sin quererlo, decir cosas no apropiadas... Y esa disociación entre razón y emociones que dices tu, que no se muy bien como expresarlo, es como si fueran dos caminos distintos, dos procesos separados. Por una parte veo las cosas, las analizo con la lógica, y obtengo unas conclusiones. Por otra parte, las cosas me producen una emoción que puede ser coherente con mis conclusiones lógicas, o no. Y de hecho muchas veces son contradictorias, y esto me da una deshazón... que no sé cómo resolver. A veces las emociones me impiden hacer lo que mi razón habría decidido, otras veces hago lo que me dice la razón pero me quedo emocionalmente de mierda, con una angustia en el estómago... Y ni una cosa ni la otra me deja satisfecha, así que sigo sin saber qué es lo que hay que hacer, y siempre le doy mil vueltas a las cosas inutilmente, antes y después de hacerlas (o no hacerlas). Así que entre las cosas que tengo pendientes que no sé cómo resolver y las cosas que he hecho que me han dejado mal sabor de boca... estoy siempre en tensión (pero una tensión que no se resuelve con una acción sino que es paralizante).
 
Mi psicologa me dijo que lo que hay que hacer es seguir siempre a la razón. Tiene sentido porque si piensas algo con la razón es porque eso seguramente es lo mejor para ti basado en lo que sabes. Mientras que los sentimientos normalmente te dice que huyas de todo, y ese no es un buen camino.

Hacer algo, aunque sea difícil, se puede echar valor y hacerlo. Lo malo es que hay casos en los que no se puede hacer absolutamente nada... Como por ejemplo, sentirse culpable y no poder resolverlo de ninguna manera. O sentirme solo y necesitar a alguien... Creo que no debería necesitar a nadie, pero no puedo evitarlo.
 
Es curioso porque este articulo lo había leido hace tiempo y no me había sentido identificada.
Es que en mi caso la adversidad soy yo misma, es indefensión aprendida hacia mi misma. A lo mejor visto así es muy extendido en los evitativos no?

Lo malo es que hay casos en los que no se puede hacer absolutamente nada... Como por ejemplo, sentirse culpable y no poder resolverlo de ninguna manera.
Eso es...
 
Muy interesante artículo, ¡muchas gracias!. He revivido esa sensación de -fatal incapacidad- para cambiar una disfunción social, hasta no poder más y ceder a la incomunicación...., ¡si no hay salida!....-relájate, y si puedes disfruta.
Vivo aún en esta realidad .., y casi, no me atrevo ni a seguir luchando!.
 
Tengo que decir que cuando se te cierra un camino (o crees que está cerrado!), tu mente te lleva por otros caminos, ..y a veces hasta ....mejores!.
 
Yo no tengo esto diagnosticado, pero agradezco enormemente el articulo porque refleja a la perfeccion lo que siento, no solo en lo laboral sino tambien en lo academico... he demorado demasiado en mi carrera y ahora tengo que lidiar con las consecuencias negativas que ello trae. Intentare transformar el miedo a no poder salir adelante en algo positivo, pero reconozco que no es facil. Muchas gracias Belen por el articulo.
 
Hola Laura.
Queria decirte que en lo que comentas respecto a lo laboral y lo académico me siento totalmente identificada contigo. Siempre sentia que no estaba lo suficientemente preparada y no me presentaba tanto en los exámenes como una vez finalizada la carrera en las entrevistas. Siempre quería perfeccionarme más antes de sentirme digna de dar la talla en un puesto de trabajo relacionado con lo mío y cuando he querido darme cuenta, como tú dice, tengo que ludiar con las consecuencias negativas de ello como la edad y la falta de experiencia.
Lo que peor llevo es que crei en eso que dicen de que el sacrificio y la constancia al final tienen su recompensa y no es cierto al menos para el trabajo por cuenta ajena.
Tendremos que animarnos como sea compañera.
 
En mi experiencia, y con lo que hoy sé, creo que la indefensión aprendida proviene de haber crecido en familias -o haberse desarrollado en entornos- donde no había empatía suficiente, y donde se sufrió algún proceso de abandono y/o acoso psicológico.

A menudo, ni siquiera sabemos identificar nosotros mismos el trauma, por la propia condición del mismo, que nos lleva a sepultarlo en los recuerdos más profundos.


Mi último gran descubrimiento en todo esto ha sido el Dr. Iñaki Piñuel.
Os recomiendo encarecidamente sus videos (se encuentran fácilmente en Youtube).

No habla directamente de nuestra problemática, pero estoy seguro de que más de uno y de una se va sentir identificado/a con lo que en ellos se divulga.
A fin de cuentas, todo/as aquí tenemos dificultades para defendernos de personas malintencionadas.
No estoy seguro de que sea en todos los casos, pero estoy convencido a día de hoy de que un gran porcentaje de nuestro trastorno proviene de una adaptación a un entorno poco acogedor, que el Dr. Iñaki llamaría reacción "Down" a una familia "Zero".

Al principio puede costar un poco entender todo lo que cuenta. Es cuestión de tiempo y reflexión ir entrando en el tema.
Pero creo que es importantísimo, no solo para nosotros, sino para la sociedad, en general, lo que ahí se trata.

Por favor, me gustaría saber vuestras opiniones a medida que vayáis viendo sus videos.
 
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