Las situaciones, conflictos y problemas que vivimos durante la infancia, no siempre se quedan enterrados en el pasado. De hecho, muchas de esas vivencias se quedan enquistadas en lo más profundo del inconsciente y desde ahí ejercen su influjo sobre nuestra vida cotidiana, aunque la mayoría de las veces ni siquiera somos conscientes de ello.
Cuando sufrimos un trauma o una herida emocional, el niño que aún vive dentro de nosotros, continúa respondiendo como si estuviera en peligro, por lo que nos impide dar respuestas adaptativas, adecuadas a nuestra edad y nivel de madurez. En práctica, ante determinadas situaciones, ese niño asustado, humillado o abandonado, toma el control. Por supuesto, en esos casos, puede hacer más daño que bien...