Chiqui
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Ya hace unas semanas que quería hablar de ésto, y ahora son tantas cosas las que han pasado que voy a tener que abreviar mucho, lo cual no es mi fuerte, así que voy a excederme en palabras, por las propias características de esta situación que sostengo, tan extensa como intensa.
Ya comenté el detalle de que me hallaba en medio de una especie de triángulo amoroso. Un hombre interesado en mí y yo interesada en un amigo suyo. Empezamos a conocernos íntimamente y conectamos muy bien. He tenido problemas serios con el amigo rechazado que me han amargado bastante. Justo ahora, creo que ya lo tengo todo bajo control, tras un tiempo de soportar humillaciones verbales, intentos de manipulación y otros comportamientos inapropiados.
Justo ahora... como decía... justo ahora ocurre algo más.
La relación ha sido complicada desde el principio. Para empezar, el primer contacto lo tuvimos a través de Facebook. Empecé a leerle y quedé enganchada a sus publicaciones y sus comentarios. Le solicité "amistad" para que me aparecieran en mi muro y lo que menos me imaginaba era que contactaría conmigo en privado y que la conexión tan fuerte que yo sentía fuera mutua y cada vez más estrecha.
Han estallado todos mis desórdenes mentales, los dormidos, los controlados, que han venido a sumarse al que aquí tenemos en común, del cual ya he recibido el alta, que no os lo había dicho (aunque no estoy "curada", puesto que el rasgo evitativo de mi personalidad sigue ahí y puede volver a manifestarse en forma de trastorno).
La personalidad de mi contrario es tan compleja o más que la mía. Más, en realidad, como vereis. Ya he comentado alguna vez que tengo trazas de TOC y de TLP que mantenía en estado latente. Y han vuelto a implosionar... brutalmente.
Nuestro primer episodio desagradable supuso unos 10 días de silencio absoluto. Estábamos "charlando" animadamente por mensajería privada en Fbook hasta el instante en que el tercero en discordia de la historia inicial puso un artículo para mí y yo se lo agradecí añadiendo el apelativo "cariño". Aquí me conocéis y sabéis que me dirijo así y con otros epítetos similares a todo el mundo. Pensé que los celos que sentía su amigo, también estaban haciendo mella en él... Dejó de hablarme en privado, de comentar mis entradas en público, de pulsar al "me gusta"... aunque me seguía leyendo. Cada día entraba al Face esperando que me hubiera eliminado de su lista de contactos. Una tarde me armé de valor y le llamé por teléfono, con el mismo resultado: Ni atendió mi llamada, ni la rechazó, ni me la devolvió posteriormente. Ya nos conocíamos personalmente en aquel momento; habíamos pasado una noche juntos, en su casa, unos días antes.
Cuando logré volver a acercarme a él y volvimos a vernos, le dije brevemente que lo había pasado mal, que no entendía la actitud que había tenido, y sólo me comentó que lo que le ocurría es que no sabía lo que quería. Nos estábamos abrazando, y al estar tan cerca, pude respirar sus miedos. Me saltaron mil alarmas. Y me contagié de todos sus temores. Y mis demonios despertaron de su letargo...
Tratar con él empezó a resultarme difícil. Miedo a herir su sensibilidad, a provocar una huída, la angustia de no saber si estoy invadiendo demasiado su espacio o si no me estoy acercando lo suficiente... Conforme escribo todo ésto, me viene muy clara la respuesta a la duda de qué debo hacer. Respuesta que, evidentemente, rechazo con todo mi ser.
Anoche volvimos a estar juntos. Él había pasado unos días especialmente malos a nivel anímico. Le encontré demacrado, aunque a las pocas horas había cambiado inmensamente la expresión de su cara, de sus ojos que, empequeñecidos, parecían casi carentes de vida y habían recuperado el brillo, la chispa.
Esta mañana, al poco de despertar, me he fijado en algo y aunque había poca luz, no he necesitado más. De repente, lo he comprendido todo. Mis manos se han detenido, estudiando cuidadosamente las marcas en su brazo de viejos cortes, limpios, de cuchilla de afeitar. Me ha mirado y ha dicho: Sí. Le he mirado y he dicho: Ya.
Y ahí me he quedado, bloqueada, entre dos monosílabos...
Ya comenté el detalle de que me hallaba en medio de una especie de triángulo amoroso. Un hombre interesado en mí y yo interesada en un amigo suyo. Empezamos a conocernos íntimamente y conectamos muy bien. He tenido problemas serios con el amigo rechazado que me han amargado bastante. Justo ahora, creo que ya lo tengo todo bajo control, tras un tiempo de soportar humillaciones verbales, intentos de manipulación y otros comportamientos inapropiados.
Justo ahora... como decía... justo ahora ocurre algo más.
La relación ha sido complicada desde el principio. Para empezar, el primer contacto lo tuvimos a través de Facebook. Empecé a leerle y quedé enganchada a sus publicaciones y sus comentarios. Le solicité "amistad" para que me aparecieran en mi muro y lo que menos me imaginaba era que contactaría conmigo en privado y que la conexión tan fuerte que yo sentía fuera mutua y cada vez más estrecha.
Han estallado todos mis desórdenes mentales, los dormidos, los controlados, que han venido a sumarse al que aquí tenemos en común, del cual ya he recibido el alta, que no os lo había dicho (aunque no estoy "curada", puesto que el rasgo evitativo de mi personalidad sigue ahí y puede volver a manifestarse en forma de trastorno).
La personalidad de mi contrario es tan compleja o más que la mía. Más, en realidad, como vereis. Ya he comentado alguna vez que tengo trazas de TOC y de TLP que mantenía en estado latente. Y han vuelto a implosionar... brutalmente.
Nuestro primer episodio desagradable supuso unos 10 días de silencio absoluto. Estábamos "charlando" animadamente por mensajería privada en Fbook hasta el instante en que el tercero en discordia de la historia inicial puso un artículo para mí y yo se lo agradecí añadiendo el apelativo "cariño". Aquí me conocéis y sabéis que me dirijo así y con otros epítetos similares a todo el mundo. Pensé que los celos que sentía su amigo, también estaban haciendo mella en él... Dejó de hablarme en privado, de comentar mis entradas en público, de pulsar al "me gusta"... aunque me seguía leyendo. Cada día entraba al Face esperando que me hubiera eliminado de su lista de contactos. Una tarde me armé de valor y le llamé por teléfono, con el mismo resultado: Ni atendió mi llamada, ni la rechazó, ni me la devolvió posteriormente. Ya nos conocíamos personalmente en aquel momento; habíamos pasado una noche juntos, en su casa, unos días antes.
Cuando logré volver a acercarme a él y volvimos a vernos, le dije brevemente que lo había pasado mal, que no entendía la actitud que había tenido, y sólo me comentó que lo que le ocurría es que no sabía lo que quería. Nos estábamos abrazando, y al estar tan cerca, pude respirar sus miedos. Me saltaron mil alarmas. Y me contagié de todos sus temores. Y mis demonios despertaron de su letargo...
Tratar con él empezó a resultarme difícil. Miedo a herir su sensibilidad, a provocar una huída, la angustia de no saber si estoy invadiendo demasiado su espacio o si no me estoy acercando lo suficiente... Conforme escribo todo ésto, me viene muy clara la respuesta a la duda de qué debo hacer. Respuesta que, evidentemente, rechazo con todo mi ser.
Anoche volvimos a estar juntos. Él había pasado unos días especialmente malos a nivel anímico. Le encontré demacrado, aunque a las pocas horas había cambiado inmensamente la expresión de su cara, de sus ojos que, empequeñecidos, parecían casi carentes de vida y habían recuperado el brillo, la chispa.
Esta mañana, al poco de despertar, me he fijado en algo y aunque había poca luz, no he necesitado más. De repente, lo he comprendido todo. Mis manos se han detenido, estudiando cuidadosamente las marcas en su brazo de viejos cortes, limpios, de cuchilla de afeitar. Me ha mirado y ha dicho: Sí. Le he mirado y he dicho: Ya.
Y ahí me he quedado, bloqueada, entre dos monosílabos...
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